martes, 7 de agosto de 2007

Que el día sea clarísimo


que la comida sea sabrosa y abundante
que los amigos sean divertidos
que la cama sea blanda
que los espejos sean grandes
que haya blueberries y helado de postre
que el beso sea largo y mojado
que la billetera esté hinchada
que el agua y la sombra sean frescas
que alguien cuente algo que haga reír
que salgas de compras en países extranjeros
que la heladera esté colmada
que la piel sea suave, oscura y olorosa
que el fin de semana haya una megafiesta
que esté él
que la ropa sea nueva y esté de moda
que tu cuerpo se vea espléndido al moverse
que sientas como siente un animal
que te guíes solamente por el tacto y por el olfato
que goces como una perra
que seas profundamente triste y salvajemente alegre
extremadamente agitada y absolutamente tranquila
que haya música moderna cuando tengas ganas de bailar
que los desconocidos saluden y digan "hola"
que brillen las estrellas
que nada te preocupe
que no esperes nada
que vos des el primer paso
que solamente lo hagas
que no pienses en nada más que eso
que no pienses en nada
que no pienses en nadie
ni en vos misma
que ya no tengas miedo
que arrases con todo.



http://www.youtube.com/watch?v=-ut3OFmLLCQ

Esteban García - California (que el cielo existe)

viernes, 3 de agosto de 2007



En estos últimos tiempos tengo mucho espacio para pensar. Tampoco es que lo haga demasiado seguido, pero dos por tres lo intento. Uno de mis ejercicios más frecuentes es tratar de darle a las cosas de mi vida la dimensión que se merecen y reflexionar sobre eso. Cosas que tomo como cotidianas, comunes, pero nunca me detengo a ver el verdadero rol que juegan en mi vida. Calculo que estoy le chupará un huevo a la mayoría de la gente que lea hasta acá, pero igual voy a seguir.

Mis amigos son lo más grande que yo tengo. Y aunque suene a frase hecha o a cliché, cuando digo "lo más grande" me refiero a que es lo más importante y el factor que puede llegar a hacer que las cosas dejen de tener sentido. Saber que ellos están, que puedo mandar una señal y encontrarnos en algún espacio y en algún tiempo es algo que le da sentido a todo. Saber que van a poder calmar mi angustia, hasta extinguirla, que me van a abrir los brazos con ese importantísimo hecho de que hablando de pavadas una puede reducir su dolor, y darse cuenta de que ya pasó y que no era tan complicado.

Escuchar los dramas existenciales ajenos, que los sufro como si fueran míos, contar mis dramas existenciales, que ellos los sufren como si fueran de ellos. El abrazo, el mate, el llamado, la risa, la burla, la palabra que no quiero escuchar, las cosas que no quiero ver, los silencios, los divagues, son los que me dan color. Me colorean por dentro. Que no es poco.

Cuando salgo de un encuentro con una amiga salgo con la energía recargada. Es una sensación de plenitud y de felicidad muy profunda.

Los y las adoro y me hacen feliz de a ratitos, aunque no sea capaz de verlo.

Los y las necesito como el aire que respiro.

Y estoy y voy a estar eternamente agradecida por lo increíble de que a pesar de mi neurosis, me quieren así como soy.

jueves, 2 de agosto de 2007

Cuando conocí a kleine fabel




Hoy me pasó algo muy extraño y gracioso al mismo tiempo. Salgo de mi terapia, después de confirmar que tengo una especie de contradicción (otra) que es muy común y que, en pocas palabras, se trata de que lo que una más desea es también lo que más teme.

Entré al primer cyber que encontré y pedí una máquina con ganas de escribir y ordenar las ideas que se me sucedían en la cabeza, diferentes asociaciones. Nosé gracias a qué palabra, pero llegué a este blog GENIAL de una mujer llamada KLEINE FABEL, y no hizo otra cosa que ponerme a reír a carcajadas en el medio del cyber. Lo quiero compartir, ahí va.



La hora del cuento
Una de las peores cosas que les puedo hacer a mis hijas es no leerles el cuento de las buenas noches. Lo necesitan, y cuando durante la cena se portan muy mal, soy capaz de amenazarlas con no leerles. Es infalible: súbitamente se convierten en dóciles criaturas.A mí, la verdad, me da una paja atómica leerles, y esto tiene que ver con un montón de cosas que seguramente a nadie le interesan, pero como me cago en eso, ahí van. En primer lugar estoy cansada, diría casi derrotada a las ocho de la noche. No quiero saber nada de nada con nadie, quiero lavarme los dientes e irme al sobre. Ni hablar de cuentos, de llantos, de canciones y menos que menos que después de toda la rutina me venga elquetejedi a pedir una gauchada. Después está el tema de qué libro se lee y las peleítas que conlleva eso. Ahora encontré la solución que una vez elige cada una, porque sino "discuten" y me rompen las bolas esas peleas.Después están los libros en sí y los personajes. Hay varios que me encantan y suspiro de alivio cuando eligen esos. Pero también hay noches en que me piden Blancanieves, el personaje preferido de Emma. Le fascina esta mujer retardada, que se pasa el día fregándole el piso a siete enanos mugrientos hasta que un buen día viene una vieja con cara de garca, ella la invita a pasar (no sabe cómo está el tema de la seguridad?) y no sólo eso, sino que come una manzana envenendada que la vieja le da. Se desmaya (las tontas siempre se desmayan), y gracias que viene el macho y la salva, porque sino los enanos pelotudos la entierran viva. En general, todos los de princesas son lamentables y sexistas. Bueno, y después está Winnie The Pooh, que tampoco es santo de mi devoción. En primer lugar, cómo es eso de que anda con remera y nada abajo? Eso ya es medio raro, y después sus amiguitos. Está el conejo neurótico y mandón, el chanchito enano Piglet que siempre se manda alguna cagada, y ni hablar de Igor, el burro obeso y falopero que nunca entiende qué es lo que está pasando de tanta marihuana que fumó.Y cuando terminaste de leerles, cuando ya hiciste toda la performance y por fin llegás a la última página, escuchás con voz de pito y en estéreo: "oooooootraveeeeeeezzzzz!!!". Entonces tenés que tratar de convencerlas en forma pedagógica y no autoritaria ("si no te vas a dormir ahora te reviento") que ya se acabó y es hora de dormir. Y ahí les cantás las canciones quinientastreinta y ocho veces mientras la chiquita te revuelve el pelo y logra arrancarte los mechones que todavía no se te cayeron de amamantar.Es una lucha, pero después, me voy con una sonrisa a la cama. Y en una de esas, quién te dice, soy gauchita y todo.