
Un día de primavera
el Parque de la Ciudadella
se volvió a llenar de candombe.
Por suerte estuve ahí.
El domingo cuando me desperté apenas podía caminar y ahí me fui al Hospital Clinic; que si bien es el “Hospital de Clínicas” de acá es más como la “Médica Uruguaya” de allá. Ómnibus como pude y urgencias. A partir de ahí, la odisea típica tanto de la Médica como la del Clínicas. Gente. Ventanillas. Quinto piso. Accidentados. Largas esperas de un lugar a otro. Viejos en la lona que me hacen dar cuenta de que tenga lo que tenga, soy una privilegiada ahí adentro. Las enfermeras se desfilan como en una pasarela. Me ponen en una camilla y miro el techo con tubo luces durante horas. Ese punto de vista me trae recuerdos jodidos, tan lejanos que parecen de una pesadilla.
A todos les parece gracioso que me haya lastimado jugando al futbol. “A ver Maradona” me dice uno. “Maradona no… Forlan! Soy uruguaya!”. También hay una mujer que se lastimó el tobillo jugando al basquetbol con su hijo, y otro pibe que también se lastimó jugando al fútbol. Solo una vieja accidentada en una moto.
Cuando por fin vi a una traumatóloga, se encargó de encontrar cada uno de los puntos donde más me dolía, examinando exhaustivamente y retorciendo mi pata como un trapo de piso. Ahí fue que llegó a la fatal conclusión: distención de ligamento interno y meniscos comprometidos. Zas. Nosé bien de qué mierda se trata, pero suena horrible, de muy pocos amigos. Rayos x y la propuesta indecente; “te tenemos que poner un yeso para inmovilizar la rodilla”, “ve sacando hora para un traumatólogo”, “entre hoy y mañana no te vas a poder mover, pero a partir de pasado ya vas a poder caminar”.
El yeso para mi es una sustancia absolutamente ajena, salvo alguna vez que lo utilizamos para hacer unas máscaras en la colonia de vacaciones del Náutico pero eso no le interesa a nadie ahora. Por lo que me entró un pánico terrible y como un ser humano que soy, me puse a llorar. Ahí llamé a mi hermanito de la vida para que como buen hermano mayor me ayudara a tomar una decisión. Junto a Anna, experta en lesiones de rodilla, me dijeron que no me dejara poner un yeso, que ahí en urgencias eran muy exagerados y que iba a ser extremadamente incómodo. La otra opción era una venda compresiva. Opté por esa, desestimando las recomendaciones de la doctora y las enfermeras. Además, si me ponían un yeso, me dijeron que me tenía que dar unos pinchazos en la panza algo que me parecía absolutamente tortuoso. Descartado el yeso, me hicieron esperar como una hora más como castigo por haberme negado a hacerles la vida más fácil, y al rato me empezaron a vendar cual Tutankhamón. Cuando le dije a la enfermera que me hiciera lo mínimo indispensable porque yo iba a procurar que el traumatólogo me pusiera pronto una ortopedia, me dijo muy dulcemente “acá no hacemos vendajes a la carta”. Molt maca la noia. Con vendas de todo tipo, textura, espesor, terminaron en lo más parecido que se puedan imaginar a un yeso, en cuanto a tamaño y volumen. Y para colmo, tenía que darme la heparina yo solita en mi pobre panza.
Al final me depositaron en una silla de ruedas y Anna y el Chino me llevaron a mi casa. Mi amigo Mario me trajo unas muletas prestadas que dormían en Muntaner esperando que alguien las necesitara.
Y así empezó mi vida de discapacitada, con un poco de dolor y muchísima molestia. Al estar sola, todo cuesta un poco más, desde ir a buscar un vaso de agua, hasta pensar minusiosamente el recorrido para no tener que dar ni un paso de más. Cada mimo, cada ayuda es agradecido eternamente. En realidad no es nada "complicado" si bien voy a tener que estar bastante tiempo para que mi rodilla vuelva a ser la de antes, estoy yendo a trabajar y poco a poco empecé a subirme al ómnibus para dejar los taxis que ya no estoy pudiendo pagar. Podía haber sido mucho peor, haberme roto definitivamente los ligamentos y los meniscos, pasar por quirófano y todo ese tipo de disparates que no me quiero ni imaginar. Salió barato. Al fin y al cabo la vida se ríe de nosotros y nos demuestra que no nos tenemos que quejar, porque las cosas siempre se pueden complicar un poquito más.