viernes, 31 de julio de 2009

"La Tregua" pedacito 2: Grandes verdades nunca antes tan claras sobre el trabajo y la burla

“… En las oficinas no hay amigos; hay tipos que se ven todos los días, que rabian juntos o separados, que hacen chistes y se los festejan, que se intercambian sus quejas y se trasmiten sus rencores, que murmuran del Directorio en general y adulan a cada director en particular. Esto se llama convivencia, pero sólo por espejismo la convivencia pude llegar a parecerse a la amistad. En tantos años de oficina, confieso que Avellaneda es mi primer afecto verdadero. Lo demás tiene la desventaja de la relación no elegida, del vínculo impuesto por las circunstancias. ¿Qué tengo yo de común con Muñóz, con Méndez, con Robledo? Sin embargo, a veces nos reímos juntos, tomamos alguna copa, nos tratamos con simpatía. En el fondo, cada uno es un desconocido para los otros, porque en este tipo de relación superficial se habla de muchas cosas, pero nunca de las vitales, nunca de las verdaderamente importantes y decisivas. Yo creo que el trabajo es el que impide otra clase de confianza; el trabajo, esa especie de constante martilleo, o de morfina, o de gas tóxico. Alguna vez, uno de ellos (Muñóz especialmente) se me ha acercado para iniciar una conversación realmente comunicativa. Ha empezado a hablar, ha empezado a delinear con franqueza su autorretrato, ha empezado a sintetizar los términos de su drama, de ese módico, estacionado, desconcertante drama que atosiga la vida de cada cual, por más hombre-promedio que se sienta. Pero siempre hay alguien que llama desde el mostrador. Durante media hora él tiene que explicar a un cliente moroso la inconveniencia y el castigo de la mora, discute, grita un poco, seguramente se siente envilecido. Cuando vuelve a mi mesa, me mira, no dice nada. Hace el esfuerzo muscular correspondiente a la sonrisa, pero las comisuras se le doblan hacia abajo. Entonces toma una planilla vieja, la arruga en el puño, concienzudamente, y después la tira al cesto de papeles. Es un simple sustitutivo; lo que no sirve más, lo que tira al cesto, es la confidencia. Sí, el trabajo amordaza la confianza. Pero también existe la burla. Todos somos especialistas en la burla. La disponibilidad de interés hacia el prójimo hay que gastarla de algún modo; de lo contrario, se enquista y sobreviene la claustrofobia, la neurastenia, qué sé yo. Ya que no tenemos la suficiente valentía, la suficiente franqueza como para interesarnos amistosamente por el prójimo (no el prójimo nebuloso, bíblico, sin rostro, sino el prójimo con nombre y apellido, el prójimo más próximo, el que escribe en el escritorio frente al mío y me alcanza el cálculo de intereses para que yo lo revise y ponga mi inicial de visto-bueno), ya que renunciamos voluntariamente a la amistad, bueno, pues entonces, vamos a interesarnos burlonamente por ese vecino que a través de ocho horas es siempre vulnerable. Además, la burla proporciona una especie de solidaridad. Hoy el candidato es éste, mañana es aquél, pasado seré yo. El burlado maldice en silencio, pero pronto se resigna, sabe que esto es sólo una parte del juego, que en el futuro cercano, a lo mejor dentro de una hora o dos, podrá elegir la forma de desquite que mejor coincida con su vocación. Los burladores, por su parte, se sienten solidarios, entusiastas, chispeantes. Cada vez que uno de ellos le agrega a la burla un condimento, los otros festejan, se hacen señas, se sienten rijosos de complicidad, sólo falta que se abracen y griten los hurras. Y qué alivio reírse, incluso cuando hay que aguantar la risa porque allá en el fondo ha asomado el gerente su cara de sandía, qué desquite contra la rutina, contra el papeleo, contra esa condena que significa estar ocho horas enredado en algo que no importa, en algo que hace hinchar las cuentas bancarias de esos inútiles que pecan por el mero hecho de vivir, de dejarse vivir, de eso inanes que creen en Dios sólo porque ignoran que hace mucho tiempo que Dios ha dejado de creer en ellos. La burla y el trabajo. ¿En qué difieren, después de todo? Y qué trabajo nos da la burla, qué fatiga. Y qué burla es este trabajo, qué mal chiste.”



Mario Benedetti
La Tregua (1960)

martes, 28 de julio de 2009

"La Tregua" pedacito 1: Teoría sobre la felicidad o de cómo nos gusta repetir las convicciones de nuestros padres

"Y tu madre, ¿qué dice de mi?" Mi trauma psíquico proviene de la madre de Isabel.
"¿De vos? Nada. Dice de mí." Terminó con el resto del champán que quedaba en la copa y se limpió los labios con la servilletita de papel. Ya no le quedaba nada de pintura.
"Dice de mí que soy una exagerada, que no tengo serenidad."
"¿Con respecto a lo nuestro o con respecto a todo?"
"A todo. La teoría de ella, la gran teoría de su vida, la que la mantiene en vigor es que la felicidad, la verdadera felicidad, es un estado mucho menos angélico y hasta bastante menos agradable de lo que uno tiende siempre a soñar. Ella dice que la gente acaba por lo general sintiéndose desgraciada, nada más que por haber creído que la felicidad era una permanente sensación de indefinible bienestar, de gozoso éxtasis, de festival perpetuo. No, dice ella, la felicidad es bastante menos (o quizá bastante más, pero de todos modos es otra cosa) y es seguro que esos presuntos desgraciados son en realidad felices, pero no se dan cuenta, no lo admiten, porque ellos creen que están muy lejos del máximo bienestar. Es algo semejante a lo que pasa con los desilusionados de la Gruta Azul. La que ellos imaginaron es una gruta de hadas, no sabían bien cómo era, pero sí que era una gruta de hadas, en cambio llegan allí y se encuentran con que todo el milagro consiste en que uno mete las manos en el agua y se las ve levemente azules y luminosas."
Evidentemente, le agrada relatar las reflexiones de su madre. Creo que las dice como una convicción inalcanzable para ella, pero también como una convicción que ella quisiera fervientemente poseer.




Mario Benedetti
La Tregua (1960)


lunes, 13 de julio de 2009

Laaarrrrrrrrrrrrrrrgaron


12 de julio de 2009

Hoy por primera vez desde hace casi un año vuelvo a salir de
España. Si me lo hubieran dicho un año atrás, me hubiera muerto del susto y no lo hubiera creído. El tema es que sin pensarlo me instale en Barcelona y eso de "ahorrar para viajar x meses" fue inviable, ya que acá siempre anduve con lo justito. Y además si hay algo que aprendí o mejor dicho, reconfirme desde que estoy acá es que soy terrible con las finanzas. Entre despreocupada, inconsciente y burra. Asi como para administrar el tiempo, soy igual administrando el dinero, mi gen judío en este caso brilla por su ausencia.
Ahora me espera una maraton de trenes como para confirmar la reflexi
ón anterior, llegué tarde al primero que me tenia que tomar, el que iba de Barcelona a Reus. Al final me salió bien porque encontré un bus que salia de la estación de Sants y me dejaba directamente en el aeropuerto, sin necesidad de tomar otros buses. Como me conozco ya puedo prever mis eternas y compulsivas llegadas tarde, por lo que ahora a pesar de haber perdido el bus, faltan dos horas para embarcar y creo que nunca llegue tan temprano a ningún lado, por lo que estoy en la cafetería comiendo mi desayuno-almuerzo con un café con leche y un bocadillo de tortilla (si, de tortilla de papas... se nota que ya hace un ano que estoy acá?), bien llenador para que no venga el hambre hasta tarde.

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Reus es una mierda comparado con Carrasco (antes de la reforma). Me tuve que ir de la cafetería porque estaba lleno de moscas y me estaban volviendo loca. Cosas que acotar: en Alemania hay entre 8 y 10 grados menos que acá, lo que corrobore unos minutos antes de salir de casa, por lo que tengo abrigo pero nose si sera suficiente. Pese las mochilas y estoy dentro de lo permitido, lo que es una buena noticia porque nose que mierda iba a hacer acá con las cosas que no pudiera levar. El bolso de mano pesa 7 kilos (permiten hasta 10) y 10 la mochila grande (hasta 15). Lo que si es un poco jodido para la rodilla, ya que además de los 5 o 6 kilos que tengo de sobrepeso siempre, ahora le agrego 17 mas. Veremos como la llevo...

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Esto es una mierda pero creo que el problema es mio que como buena sudamericana me olvido que aca volar en avión no es un lujo: el vuelo a Memmingen me salio 10 euros: mas barato que un Rutas del Sol a Valizas.

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Cuando estaba esperando la hora de embarcar me di cuenta que esa sensaci
ón tan clásica a empezar un viaje de "me estoy olvidando de algo importante pero nose que es" esta vez era justificada: no puse en la mochila el cable para descargar las fotos de la cámara, así que hasta que vuelva no podre adelantar ninguna imagen... va a haber que esperar!!

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Luego del ritual de ir a perfumarme al freeshop, subimos al avión menos, mucho menos confortable que un Rutas del Sol. Creo que fue la ultima vez que escucho español vaya a saber hasta cuando.

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Memmingen desde el cielo es perfecta, es como una maqueta gigante. Ya desde el tupperware con alas, una ya se puede dar cuenta que ha dejado la madre-patria-pseudoprimermundista para adentrarse en el primer mundo propiamente dicho. Empezar a aterrizar es como meterse en un playmovil gigante, o como la escena de Big fish donde estan los zapatitos colgando. Miro pero todavía no encontré los zapatitos.






viernes, 10 de julio de 2009

Terrible día



Hoy por primera vez luego de un mes y 3 días salí de casa sin muleta.
Hoy empecé a animarme a volver a mover mi rodilla acartonada.
Hoy fue mi último día de trabajo, hoy empecé mis vacaciones.
Hoy me compré mi primera cámara de fotos, reflex, una Nikon 60D.
Estoy contentísima.


martes, 7 de julio de 2009

Ver para creer





La Barceloneta a eso de las 20 horas es absolutamente disfrutable a esta altura del año. Yo venía caminando con mi ya característica muleta, absolutamente distraída cuando alguien a quien nunca había visto antes se cruza de frente y me pregunta.


- ¿Eres espejito espejito?




jueves, 2 de julio de 2009

Boca sucia

A última hora me quedé sin promotora. Puta madre. Me llama la muy infradotada que se le murió el gato y que lo tiene que enterrar, o alguna excusa de la misma índole así que no va a poder ir al centro Carrefour a hacer la promoción mañana. Corto el teléfono y digo, sin gritar pero con ganas y poniendo kilos de énfasis en la "nch":

- Pero qué pedazo de connnnchuda...

Mis compis están acostumbradas ya, alguna larga una risita. Yo hago catarsis y no puedo creer como una palabra tan grosera, tan grotesca acá no quiera decir nada. Lo bueno de estar lejos de allá es que me puedo permitir estas licencias del lunfardo, aún en el ambiente más "pijo".