martes, 1 de junio de 2010

Otra sobre finales



Me encontraba una vez más y después de tanto tiempo trabajando en un cumpleaños infantil pintando niños en una desenfadada casa de fiestas en la montaña cerca del cielo, con Barcelona como panorámica. Cuando tímidamente se acerca Marc y me pide que le pinte en el brazo la daga del Príncipe de Persia que tenía en ese momento en la mano como su juguete preferido de turno. Con los colores en la mesita plástica de 50 cm de altura, me dispuse a reproducirle la daga tal cual él quería, a pesar de mis limitaciones para la copia del natural.
Como Marc tiene 6 años y escasos conocimientos de realismo pictórico, quedó infinitamente fascinado con la obra maestra que ahora llevaba en el brazo.
Una vez terminé, sonrió, la comparó con la de plástico, me felicitó, corrió a mostrarle su papa, a su hermano Oriol y así siguió hasta desaparecer de mi campo sonoro-visual.
Más tarde cuando yo ya pintaba a otro niño, Marc se acercó y me preguntó cuánto le iba a durar el maquillaje en su brazo. Antes de que yo pudiera responderle, su padre al lado comentó “durará hasta esta noche hijo, cuando te vayas a duchar, ya verás...”.
La cara de desolación del niño no tenía consuelo, me increpa con su mirada como rogándome que esa daga le durara al menos el tiempo suficiente como para mostrársela a todos sus compañeritos de la escuela, o en el mejor de los casos, para siempre.

Yo levanto la cabeza, miro a Marc, respiro profundamente y poniendo cara de “se viene una máxima” y le digo pausadamente y haciendo énfasis en la tercera palabra: "Lo bueno SIEMPRE dura poco".
Su mamá me sonríe cómplice, mira a su hijo y susurra mirando en lontananza un “ya lo aprenderás”, como quién todavía no se resigna a hacerlo.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

me gusta mucho leerte!!
Serë objetivo?
El papo

espejito, espejito dijo...

Qué suerte que volvió mi admirador nº1!
Te quiero papo! Mejorate pronto! Disfrutá de descansar!