Sueño de una noche de verano

Soñé con un cumpleaños en casa, con el olor de la estufa a leña prendida y un buzo de lana calentito que me cubre el cuello. Soñé con una torta alfajor en el medio de una mesa llena de platitos con cosas ricas, con Mamá preocupada porque todo el mundo tuviera vaso. Papá conversando con Andrés y con el tío Luis sobre Peñarol. Luli conversando con todo el mundo, Bruno G. parado silencioso al lado: sereno y observador. Correteando por todos lados Nico, esperando ansioso el momento de soplara las velitas. Siby sonriente y feliz, desprendiendo alegría, cuidando que Nico no se caiga y se reviente la cabeza con nada. En un rincón, Andre convenciendo a Flor que todavía no era hora de poner Madonna y ponerse a bailar, eso cuando se vaya la familia y quedemos solo las más amigas. Del otro lado viene una risa estridente: es Valelú comentando vaya a saber qué cosa a Pablo, que mira para todos lados haciéndose el que no la conoce, aunque ya sabe que Valelú en casa es una hermana más: Seba le festeja las pavadas, igual que Zorzal, Fede y Yony. Vichi está colgadísima con la computadora mirando las fotos del museo Dalí, mientras Mique le cuenta la anécdota de “la concha de tu madre”. Martín saca a los Cuatro Pesos y pone un disco de Marea, mientras Irina ayuda a servir cerveza a los que están más lejos y no llegan.
Seba, mi amigo el palmito, gesticulando y hablando imperativamente mientras sacude la pierna derecha con movimientos cortos y rápidos, como cada vez que está concentradísimo diciendo algo, a Marianita que despotrica contra los malditos artistas que tanto la enloquecen.
Caro Kind y Leti hablan entusiasmadísimas con Fabián que escucha atento y con una amplia sonrisa, espera que Caro haga una pausa para poder meter algún comentario sobre artistas emergentes. No hay caso, las Lucero no paran de hablar de laburo.

Basta de tanto trabajo que esto no es el emporio del lobby! Es mi cumpleaños!! Ahí salta mi hermanito Tin a reivindicar que también es el suyo, y que él no dice nada. Lo miro y me río, solamente porque ya superé el tema de los celos del protagonismo.
Suena una vez más el teléfono y es María que ya me saludó muy temprano, pero ahora me dice que se les hizo tarde porque el Gordo tenía que terminar la vigésimo cuarta reunión del día, la pasaba a buscar por Improfit y se venían para casa.
En la otra punta de la casa, Catalina juega con Eugenia, las dos sentaditas dibujan sobre hojas blancas infinitos colores; mariposas, flores, hermosas princesas en verdes pastos con castillos iluminados por un sol redondo y radiante. Mientras el tío Oscar le cuenta a la flaca Ale las últimas anécdotas de Cata en su clase de danza, y la flaca se ríe solo como ella lo sabe hacer, provocando el obligado contagio del que esté cerca.
Ahí llega Brunildo del ensayo de la murga: con los platillos en su sobre negro, derecho a atacar la comida que va quedando en los platos. Atrás de él y chiquititas vienen Vale, Saba y Vico, que estaban en un festival de murga joven y recién terminan de maquillar a la Quenu. Los Goye que llaman que no pueden venir, pero que mandan un beso grande. Siempre están cerca.
Llegó la hora de cortar la torta y ya están todos: la tía Nilda, la tía Olga, la Teti, la Petisa y el Flaco, Los niños van adelante, en la clásica lucha por quién sopla más fuerte y logra apagar la vela, dando como resultado un montón de escupidas infantiles sobre el merengue de mi torta alfajor. Kari con Emiliano y Andre con Ludmila, Alicia con Mili que quiere meter el dedo en el merengue.
La Vero aparece con una torta de las que hace ella, con mucho chocolate y una decoración más que profesional.
Se apagan las luces y todos están ahí, cantando. Cierro los ojos y me concentro en los deseos. Que siempre hayan velitas para que siempre hayan deseos. Que siempre hayan cumpleaños para que siempre hayan amigos.
Me despierto llena de afecto, colmada de besos, repleta de mimos.